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Prepara tu piel para el frío: Consejos para mantenerla hidratada y protegida

Editado el 10/12/2024

Con la llegada del frío, tu piel se enfrenta a nuevos desafíos. Las bajas temperaturas y la menor humedad en el ambiente pueden hacer que tu piel se vuelva más seca, opaca y sensible. Para evitar estos efectos negativos y mantenerla saludable durante los meses más fríos, prepara tu piel para el frío y no dejes de repasar algunas rutinas de autocuidados que te ayudarán a sentirte mejor. Es fundamental seguir una rutina específica que le proporcione hidratación, protección y nutrición.

Siguiendo estos sencillos consejos, no solo podrás mantener tu piel hidratada y protegida del frío, sino que también contribuirás a su salud a largo plazo. La hidratación tanto interna como externa es la clave para enfrentar las inclemencias del invierno sin que tu piel se vea afectada por los cambios de temperatura. ¡Prepara tu piel para el frío desde ya y disfruta de un invierno saludable y radiante!

Prepara tu piel para el frío ¿Por qué nuestra piel se resiente con el frío?

El frío provoca que los vasos sanguíneos se contraigan, reduciendo la circulación sanguínea y dificultando el transporte de oxígeno y nutrientes a las células de la piel. Como resultado, la piel puede experimentar deshidratación, una disminución en la regeneración celular y la aparición de zonas ásperas o irritadas.

Además, los baños calientes, tan apetecibles cuando las temperaturas bajan, pueden agravar la situación, ya que el agua caliente elimina los aceites naturales de la piel, dejándola aún más vulnerable.

Opta por duchas rápidas con agua templada

El agua caliente puede parecer reconfortante cuando hace frío, pero en realidad, es uno de los principales factores que acelera la deshidratación de la piel. El calor excesivo elimina los aceites naturales que forman una barrera protectora en la piel, lo que deja la dermis más vulnerable al frío y al viento. Esto provoca que la piel se reseque rápidamente, pierda su elasticidad y se irrite más fácilmente.

Evita duchas largas y calientes. Prepara tu piel para el frío optando por duchas rápidas (de 5 a 7 minutos) y utiliza agua templada, es decir, ni muy fría ni muy caliente. Esto ayudará a mantener los aceites naturales de la piel sin comprometer la higiene. Después de la ducha, sécate con una toalla suavemente, sin frotar, para no dañar la barrera cutánea.

Usa geles o jabones hidratantes sin glicerina

Muchos productos de higiene personal, como los geles de baño, contienen glicerina, que, aunque es un humectante (atrae agua a la piel), también puede hacer que la piel se reseque cuando el clima es frío y seco. Esto se debe a que la glicerina atrae la humedad del ambiente, pero cuando la humedad es baja (como en invierno), puede terminar extrayendo agua de las capas más profundas de la piel, intensificando la deshidratación.

Escoge geles de baño o jabones suaves, preferiblemente con ingredientes como la avena, el aceite de oliva o la manteca de karité. Estos ingredientes ayudan a hidratar y suavizar la piel sin eliminar sus aceites naturales. Lee las etiquetas y asegúrate de que no contengan glicerina ni otros ingredientes agresivos como sulfatos, que también pueden ser deshidratantes.

Aplica crema hidratante inmediatamente después de la ducha

La piel recién salida de la ducha está más permeable, lo que significa que los productos hidratantes se absorben mejor. Si aplicas crema hidratante en este momento, ayudas a sellar la humedad que quedó en la piel después del baño, evitando que se evapore rápidamente en el aire frío y seco. Esto es muy importante, ya que la hidratación externa es una de las principales defensas contra los efectos del clima invernal.

Tan pronto como te seques con la toalla, aplica una crema hidratante o aceite corporal mientras tu piel aún está ligeramente húmeda. Esto crea una barrera que retiene la humedad. Prepara tu piel para el frío utilizando cremas con ingredientes emolientes, como manteca de karité, aceite de almendras, aceite de jojoba o aceite de argán, que ayudan a nutrir e hidratar la piel en profundidad.

No olvides tus labios, cara y manos

Las zonas expuestas de la piel, como la cara, los labios y las manos, son las más vulnerables al frío y al viento. La piel en estas áreas es más fina y tiene menos glándulas sebáceas (responsables de la producción de aceites naturales), por lo que se seca con mayor facilidad. El viento y el frío pueden causar fisuras, grietas o piel descamada, además de que los labios pueden agrietarse y sangrar si no se protegen adecuadamente.

Cómo hacerlo:

  • Labios: Aplica bálsamos labiales ricos en ingredientes reparadores como la cera de abejas, el aceite de coco o la vitamina E. Repite su aplicación varias veces al día y especialmente antes de dormir.
  • Manos: Usa una crema de manos que contenga ingredientes emolientes como la manteca de karité, y asegúrate de aplicar una capa generosa antes de salir de casa, así como por la noche. En días muy fríos, puedes usar guantes para evitar que el viento reseque aún más tus manos.
  • Cara: Aplica una crema facial más densa y nutritiva que la que usarías en otros momentos del año. Busca fórmulas con ceramidas, ácido hialurónico o aceites vegetales que nutran la piel en profundidad.

Mantén un consumo adecuado de agua

Aunque durante el invierno no sentimos tanta sed como en los meses más calurosos, nuestro cuerpo sigue necesitando agua para mantenerse hidratado. La deshidratación interna afecta no solo el funcionamiento del organismo, sino también la salud de la piel. Cuando no bebemos suficiente agua, la piel se vuelve más seca, opaca y pierde elasticidad.

Prepara tu piel para el frío al beber al menos 1.5 a 2 litros de agua al día, incluso si no sientes sed. Puedes hacer que sea más fácil consumir agua añadiendo rodajas de frutas o hierbas frescas, como pepino, menta, limón o jengibre. Las infusiones también son una excelente opción; elige variedades sin azúcar como manzanilla, jengibre o hierba luisa, que además de hidratarte, pueden ofrecerte propiedades relajantes y digestivas.

Incorpora sopas y caldos en tu dieta

Las sopas y caldos no solo aportan líquidos, sino también nutrientes esenciales que ayudan a la piel a mantenerse saludable desde adentro. Durante el invierno, el cuerpo necesita más energía para mantener la temperatura interna, y una alimentación rica en nutrientes es clave para respaldar este proceso. Los caldos de hueso, por ejemplo, son ricos en colágeno, que es un componente esencial para la elasticidad y la regeneración celular de la piel.

Prepara tu piel para el frío incorporando sopas y caldos caseros a tu dieta diaria, preferiblemente aquellos ricos en vegetales, proteínas magras y, si es posible, colágeno. Evita las versiones procesadas que contienen aditivos y conservantes. Las sopas de verduras, de pollo o de pescado son ideales para mantenerte hidratado y nutrido. Además, estos platos calientes ofrecen una sensación reconfortante y son excelentes para combatir el frío, proporcionando nutrientes esenciales como vitaminas A y C, que ayudan a la regeneración celular y mejoran la elasticidad de la piel. Tu piel te lo agradecerá.

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